Victoriano Huerta, al llegar al poder, se volvió un dictador que anuló la democracia y la libertad por medio de la fuerza militar. Huerta recibió el apoyo de los grandes hacendados, altos mandos militares y del clero y de casi todos los gobernadores,a excepción de José María Maytorena, gobernador de Sonora, y de Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila. La gestión huertista se propuso entonces dos metas: lograr la pacificación del país y lograr el reconocimiento internacional de su gobierno, especialmente por parte de los Estados Unidos.
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La Cámara de Diputados se opuso al gobierno huertista e incluso la facción maderista fue sumamente crítica con sus acciones. Belisario Domínguez, diputado chiapaneco, escribió un discurso en el que condenaba la violencia desatada y acusó a Victoriano Huerta de asesino. Después de ser prohibida su lectura en el Congreso por parte de la Cámara de Senadores, lo difundió por escrito. Poco tiempo después fue asesinado y cuando los miembros de la Cámara exigieron que se investigara su muerte y se garantizara la vida de los miembros del Poder Legislativo, Huerta decidió disolver la Cámara y mandó arrestar a varios de sus miembros. Cuando la Cámara de Senadores tuvo conocimiento de estos hechos sus miembros acordaron disolver su propia Cámara, por lo que Huerta asumió facultades extraordinarias.